viernes, 24 de agosto de 2007

Un transexual en una piscina sólo para chicos

Entrada del club deportivo Larraina de Pamplona. [LUIS AZANZA



Un transexual en una piscina sólo para chicos

Miembros de un club de Pamplona que prohíbe la entrada a las mujeres asocian a un hombre operado como protesta

CRISTINA AGUINAGA
PAMPLONA. DV. Un paseo en bikini por el borde de una piscina de Pamplona en pleno mes de agosto no debería ser noticia. En el club deportivo Larraina, sin embargo, lo fue hace dos semanas. Al menos se convirtió en motivo de revuelo para las pocas personas allí concentradas, todos hombres, que por primera vez veían utilizar las instalaciones deportivas y lúdicas a una mujer. El protagonista del paseo fue un transexual que estrenaba así su condición de socio del club. Se había inscrito aprovechando que pese a su operación para convertirse en mujer mantenía todavía el DNI con su nombre masculino. Esta acción venía a sumarse a las protestas de un grupo de socios que reclaman más aperturismo y un cambio en los estatutos ante la «deriva» de la entidad. El club deportivo Larraina nació en 1933 y, como tantos otros de la época, sólo acepta a hombres como socios. Actualmente cuenta con más de 1.300 y su sede social está en unas instalaciones situadas cerca de La Taconera, que cuentan con piscina cubierta, pistas de tenis y padel, frontones y sauna. A las puertas de cumplir los 75 años, Larraina es el único club que limita el acceso como socios a las varones. De hecho, sus estatutos recogen como requisito indispensable ser varón con un mínimo de 18 años para poder ser socio de número y seis años para ser socio infantil, además de hacer efectivo el importe de la cuota y la anualidad al solicitar el carné. La transexual que logró entrar a las instalaciones cumplió esos requisitos, salvo el pago de la cuota, que giró a través de una cuenta bancaria que, por un despiste, no contaba con fondos. Esa circunstancia sirvió para que el nuevo socio fuera dado de baja. Así lo explicaron desde la junta directiva, que se apresuró a aclarar ayer que la medida no estaba relacionada con la «identidad sexual» del nuevo socio.Discriminación sexual Los abonados que reclaman mayor apertura y un cambio en la filosofía del club se reconocen minoritarios. De hecho, desde el anonimato que defienden para evitar más polémicas entre compañeros, declaran que la acción de inscribir a un transexual fue una medida simbólica para reabrir un debate ya viejo en las instalaciones. «Sabemos que, democráticamente, perderíamos una hipotética votación porque la mayoría de los socios, aunque no acudan a las instalaciones, prefieren que mantenga ese carácter exclusivo, pero al final, con esta polémica, están consiguiendo que el club se quede obsoleto y que vaya perdiendo socios», apostillan.Con la presencia de la transexual, que mientras fue socio sólo acudió un día a las instalaciones, quisieron denunciar también «la discriminación sexual que se da en el club». Consideran que el veto a las mujeres «es un modelo obsoleto y retrógrado». «Había ese hueco legal y ella se involucró», añaden. La reivindicación de abrir el club a las mujeres es una postura que se ha mantenido durante años por parte de un sector de socios. El pasado mes de enero, el club aprobó rebajar la edad mínima para ser socio infantil de 6 a 4 años, pero algunos pidieron que la apertura fuera total, para mujeres y niños de todas las edades. «Aprovechando que el año que viene se cumplen 75 años, sería la fecha idónea para cambiar los estatutos», apunta una persona de este sector crítico, que prefiere mantenerse en el anonimato. El sector mayoritario y «clásico» de la entidad deportiva considera que sus actuales estatutos de club privado responden a una tradición que no hay por qué cambiar, que en modo alguno pretende ser machista y niegan que sea discriminatoria. La división entre socios llevó el año pasado a la desaparición del equipo profesional de waterpolo.La peculiar protesta de introducir a un transexual en el club fue elegida por los disidentes al ser conscientes de la dificultad de recurrir a un proceso judicial por vulneración de la Constitución. «Son procesos muy largos y que además supondrían la condena a costas a los perdedores, lo que sería fatal para los denunciantes o, si lo pierde, para el club, y tampoco queremos eso», concluyen los socios

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