Una pareja de homosexuales en una ciudad de Marruecos
La homosexualidad sigue siendo tabú en el mundo islámico, pero muchos se rebelan, sobre todo en Europa
La homosexualidad es un tema tabú en la mayoría de los países de tradición islámica: los vecinos Argelia o
Marruecos, por ejemplo, tipifican como delito los “actos homosexuales” y los cinco Estados que condenan a muerte a los gais son musulmanes. En España, donde la mayor parte de esta comunidad está formada por inmigrantes de primera o segunda generación, estos prejuicios continúan existiendo y, en muchos casos, llevan a estas personas a negar su identidad sexual u ocultársela a sus familias. Pero las voces que reivindican la compatibilidad entre el Corán y la realidad homosexual también comienzan a hacerse oír.
“Cuando sabemos que alguien es gay se le rechaza y se le deja de hablar”, admite el marroquí Achraf el Hadri, de 27 años y vecino de Madrid. La presidenta de la
Unión de Mujeres Musulmanas de España (UMME), Laure Rodríguez, va más allá: “Existe una lesbofobia y una homofobia generalizada dentro de las comunidades musulmanas en nuestro país”. “Las escuelas de jurisprudencia islámica siempre han considerado la sodomía como algo prohibido”, confirma Abdennur Prado, presidente de la Junta Islámica Catalana (JIC).
En este contexto, los musulmanes que se plantean lo que popularmente se llama salir del armario suelen enfrentarse a un proceso muy complejo. Lo explica Manuel Ródenas, coautor del Estudio sociológico y jurídico sobre homosexualidad y mundo islámico (Cogam, 2007): “La característica fundamental de los homosexuales musulmanes es que viven en dos mundos muy diferenciados: por un lado, sus familias, que no saben nada, y, por otro, con sus amistades. Son redes que jamás se tocan ni se mezclan”. Lola Martín, coautora del estudio, considera que estas personas viven en un “doble armario” y destaca que algunos de ellos, incluso, tratan de ocultar que proceden de
países árabes.
La presidenta de la UMME está realizando un estudio entre mujeres musulmanas que viven en España, con las que contacta a través de las redes sociales. “El punto en común de todas las lesbianas a las que he entrevistado es un proceso largo, traumático y doloroso para decantarse entre su religiosidad, su sexualidad o intentar vivirlo de manera equilibrada”, cuenta Rodríguez, que ha hablado ya con unas 20 de ellas.
Esta trabajadora social de 36 años critica que en varios casos, cuando alguna de estas mujeres se ha atrevido a dar el paso y solicitar información en cualquier asociación LGTB, “el primer mensaje que han recibido incidía en que para liberarse tenían que abandonar su creencia”. Desde el
Colectivo de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales de Madrid (COGAM), niegan que su organización actúe así: “Apostamos por la libertad del individuo”, responden, “y no hacemos diferenciación por causa de la religión”.
Shiraz (nombre ficticio) ejemplifica cómo puede afectar este entorno a una mujer procedente de un país árabe, sea o no musulmana. En su caso, llegó a España hace 17 años y, en aquel momento, no se consideraba una persona homosexual. “Desde joven, me gustaban las mujeres, pero al vivir en Túnez, donde no tenía referentes, no sabía lo que me ocurría y tenía muchas dudas”, confiesa. “En mi país, me gustaba mucho una profesora, pero yo lo achacaba a la admiración”, continúa, “hasta que emigré, en realidad, no comencé a asimilarlo”.
Esta mujer, que ronda los 50 años, se congratula por haber vivido el proceso de asumir su lesbianismo en España. “En Túnez habría vivido un calvario o lo habría ocultado”, señala. De hecho, nadie de su familia —que vive en aquel país— sabe nada sobre su condición sexual, a pesar de ser “muy abiertos” para los estándares de ese lugar. “Allí, muchos homosexuales tienen una doble vida, e incluso algunos llegan a contraer un matrimonio tradicional para ocultarlo”. La tunecina comenta que nunca se ha considerado una persona religiosa. “Pero la educación que te dan desde niña influye, y hay cosas que te salen incluso sin darte cuenta”, admite.
¿Ayudaría a cambiar esta situación una organización LGTB específicamente musulmana? En Francia, donde hay inmigrantes de tercera y cuarta generación, la
asociación Homosexuales Musulmanes de Francia (HM2F) lleva desde 2010 luchando por los derechos de este colectivo. “No tenemos que renunciar a ser musulmanes por ser homosexuales”, explica su fundador, Ludovic L. Mohamed Zahed, de 34 años. Su labor se centra en trabajar por un islam inclusivo en el que esta comunidad tenga cabida y en demostrar que excluir de la sociedad a las mujeres o a los gais “no es islámico”. Lo hacen, además, a través del Corán, el libro sagrado del islam, y los hádices, la tradición oral sobre la vida del Profeta.
En Francia, la asociación Homosexuales Musulmanes de Farancia (HM2F) lleva desde 2010 luchando por los derechos de este colectivo
Para debatir sobre estos asuntos, Zahed ha organizado un congreso europeo, llamado Calem, que celebró su segunda edición reuniendo a 250 personas en el pasado diciembre en Bruselas (Bélgica), y cuyas conclusiones ha presentado en conferencias en París, Lisboa y Madrid. El fundador de HM2F prepara ya el tercer Calem, que pretende llevar también a Italia, Suiza y Luxemburgo.
Pero en España no existe una organización similar, según confirma la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (Felglt). “Hay algunos musulmanes en asociaciones LGTB y otros vinculados a las organizaciones musulmanas más aperturistas”, señalan desde la federación. Lo más parecido es el colectivo KifKif (“de igual a igual”, en árabe), que trabaja por los derechos de los gais en Marruecos, pero también por los de aquellos que cruzan el Estrecho. “Nuestro ámbito de actuación es fundamentalmente el país vecino, pero hemos tenido que registrarnos como asociación en España porque allí la homosexualidad está tipificada como delito”, explica Samir Bargachi.
La historia de este marroquí de 24 años es tan compleja como la de otros inmigrantes que decidieron salir del armario al emigrar: confesar su condición sexual le ha supuesto que parte de su familia y muchos de sus amigos hayan dejado de hablarle.
Sin embargo, Bargachi, que vive en España desde hace 12 años, no se resignó a que las cosas fueran siempre así. Por eso, puso en marcha una asociación para defender los derechos de los homosexuales árabes. “Nuestro trabajo en KifKif está centrado mayoritariamente en la comunidad magrebí y de otros países árabes, pero no nos consideramos una asociación musulmana, sino seglar”, señala Bargachi. “En España, tenemos un grupo de apoyo de la comunidad marroquí formado por unas 10 personas, pero nuestra labor está centrada en Marruecos”.
En su opinión, “la comunidad musulmana en España es todavía homófoba”, porque está formada, en su mayor parte, por inmigrantes de primera o segunda generación. “Mis padres, por ejemplo, no están integrados en absoluto, a pesar de que viven aquí desde hace mucho tiempo”, añade. Con su trabajo, el marroquí pretende sensibilizar a este colectivo, así como abrir el debate de la homosexualidad en Marruecos. Allí, este joven creó la revista Mithly, la primera que habla de estos temas en aquel país y en lengua árabe. Se han editado cuatro números en papel y, en la actualidad, se sigue
publicando en Internet.
Las voces en contra de la homofobia surgen desde dentro del propio islam español. “No hay ninguna base que justifique la persecución de los homosexuales en el Corán”, afirma, tajante, Abdennur Prado, que ha dedicado a este tema un capítulo de su libro El islam antes del islam (Oozebap, 2008). Para Prado, quienes afirman que la homosexualidad está prohibida por esta tradición están equivocados: “El hadiz al que se refieren habla de los seguidores de Lot, el mismo episodio que en la Biblia se centra en Sodoma y Gomorra. Pero, si se lee con detenimiento, se comprueba que no habla de relaciones homosexuales, sino de la violación de extranjeros y el no respeto a las leyes de la hospitalidad”, señala Prado, de 44 años.
El presidente de la Junta Islámica Catalana, que acudió al congreso de Bruselas, defiende que, según la tradición oral sobre la vida del profeta, en los tiempos de Mahoma existían homosexuales, que se denominaban muhandazun y a los que el enviado de Alá siempre defendió. Prado destaca, además, que, en el mundo islámico, hay muchos ejemplos de poesía y literatura homoerótica, es decir, erótica y de temática homosexual, una tradición que decayó con la llegada del colonialismo europeo en los países árabes.
El reto, ahora, es que el debate se extienda. Y parece que los primeros pasos podrían darse pronto. “En el futuro, soy partidario de que haya un debate sobre la homosexualidad en las comunidades musulmanas en España”, comenta Mohamed Hamed Alí, presidente de la
Federación Española de Entidades Religiosas Islámicas, que agrupa a más de 100 asociaciones en toda España. “Es una cuestión que está ahí y nadie la puede obviar, aunque podamos no estar de acuerdo en algo, pero siempre dentro de los parámetros de la democracia y la Constitución española”, confirma Alí, de 58 años. Prado puntualiza: “El Corán dice que Dios está siempre con los perseguidos, y tengo clarísimo que es así, que los crímenes que se están cometiendo contra los homosexuales y las lesbianas son aberrantes. Es para mí un deber religioso como musulmán luchar contra esa injusticia”.
“Parte de mi familia dejó de hablarme al decirles que soy gay”
El marroquí Samir Bargachi (Nador, 1987), que vive en España desde hace 12 años, fundó la asociación Kifkif para defender los derechos de los gais en Marruecos.
Pregunta. ¿Cómo llegó usted a asumir que era homosexual?
Respuesta. El proceso para asumir mi homosexualidad fue muy complicado, porque vengo de un espacio cultural, Marruecos, donde la sexualidad no se trata en público. Cuando me di cuenta de lo que sentía estaba totalmente desinformado, no sabía lo que me ocurría y ni siquiera le ponía nombre a lo que me pasaba. Mi camino para llegar a esta conclusión se inició en mi país natal y continuó luego en España, adonde me trasladé a vivir con mi familia en el año 2000. Y, en realidad, no pude contarlo hasta que no me fui de casa. Más adelante, cuando me fui a vivir fuera de la casa de mis padres, ya pude actuar con más libertad.
P. ¿Ha perdido amigos por decir que es gay?
R. Confesar mi condición sexual me ha costado muchas amistades y que una parte de mi familia deje de hablarme.
P. ¿Cuál fue la reacción de su familia en aquel momento?
R. Al principio, decidí no contárselo a mis familiares, porque la mayoría son conservadores y religiosos. De hecho, temía incluso que me echaran de casa si lo confesaba; es decir, tenía unos miedos concretos y reales. Cuando mi familia lo supo, mi madre lo entendió, más o menos, y sigo teniendo una buena relación con ella y con mis hermanas. A mi padre, en cambio, le ha afectado mucho y he perdido el contacto con él.
P. ¿Conoce casos similares?
R. Sí, este patrón se repite con otros amigos árabes y musulmanes, a los que les ha ocurrido lo mismo; es decir, sus madres les entienden, sus hermanos varones, menos, y su padre, nada.
P. ¿Es homófoba la comunidad musulmana en España?
R. Totalmente. En España, la inmigración musulmana es una inmigración todavía reciente, de primera o, como mucho, segunda generación, por lo que su código cultural viene de estos países. Es muy distinto del caso de Francia o Reino Unido, donde van por una tercera o cuarta generación y, por lo tanto, hay mucha más integración que aquí.
P. ¿Está prohibida la homosexualidad en el islam?
R. Yo no opino lo mismo que los sabios musulmanes que dicen esto, y tengo amigos que son religiosos y piensan como yo. En el Corán únicamente se habla de la historia de Lot, y está claro que no se refiere a la homosexualidad, sino a violaciones, vejaciones… algo muy distinto.
P. ¿Se considera musulmán?
R. Soy una persona musulmana culturalmente, es decir, que esa es la cultura en la que me he educado. Sin embargo, no me considero religioso.
P. ¿Ha tenido una doble red de amigos?
R. Ahora, la mayoría de mis amigos son españoles, a los que conocí en el colegio, pero efectivamente, hasta hace poco, tenía dos grupos de amigos: por una parte, los españoles, a los que les conté mi homosexualidad y, por otra, los de tradición musulmana con los que se relacionaba mi familia (amigos de mis hermanos, vecinos…) que no sabían nada. Con ellos, era muy difícil encajar todas las facetas de mi vida: inmigrante, musulmán y homosexual.