El activista salió de los armarios de la homosexualidad y el sida
EMILIO DE BENITO
Morirse ha sido lo único discreto que ha hecho Carlos Alberto Biendicho en los últimos 20 años. Ex capitán del Cuerpo de Armas de Ingenieros y ex seminarista, Biendicho ha sido un referente único de la lucha del movimiento LGTB (lesbianas, gais, transexuales y bisexuales), a veces a pesar del propio movimiento. Su militancia como presidente de la autoproclamada Plataforma Popular Gay, (un partido que nunca reconoció un vínculo institucional con él) le hizo un personaje incómodo, y, por eso mismo, necesario.
La web carlaantonelli.com recogía ayer esta descripción que él mismo había hecho de su condición de gay y seropositivo: "Mi madre me parió vago y maleante, después fui peligroso social, posteriormente fui presunto delincuente hasta 1986 (en el Ejército la homosexualidad fue delito hasta esa fecha), hasta 1992 tenía un trastorno psicofísico, aunque en 1988 ya me habían diagnosticado el VIH. Pero ante todo soy superviviente de la raza humana".
Al final, un cáncer asociado al sida acabó con su vida el pasado 16 de noviembre, a los 55 años, aunque hasta ayer la noticia no empezó a circular por los foros de activistas. En los últimos meses, Carlos Alberto narró con pelos y señales sus ingresos, sus recaídas, la quimioterapia, la atención que recibía.
No era un alarde masoquista: se trataba de la muestra más extrema de su ejercicio de visibilidad, de su salida de todos los armarios (el de la homosexualidad, el del sida). Siempre con voluntad de construir. Porque para Carlos Alberto -polemista inagotable y activista insaciable- todo lo que le sucedía era motivo para emprender una nueva lucha. Si conocía a un gay exiliado por su condición, removía Roma con Santiago para conseguirle papeles; si se trataba de una persona con problemas mentales asociados al sida, no paraba hasta que los médicos se interesaban por él. Por eso a nadie le extrañó que su último proyecto fuera crear una asociación de personas con cánceres relacionados con la infección.
La inercia pide que se diga "con la infección que él padecía", pero probablemente habría que decirlo al revés, que "la infección le padeció a él", porque nunca dejó que se apoderara de su vida. Como con más o menos paciencia le padecieron en el Partido Popular (no dudaba en acudir a Manuel Fraga, Ana Mato, Ana Pastor o Mariano Rajoy si la situación lo requería) o sus compañeros de activismo, que tenían que lidiar con su catarata de propuestas.
Tampoco los periodistas nos libramos de su vehemencia, fuera para criticarnos o para alabarnos, para denunciar o amagar. Fueron famosas sus amenazas de sacar del armario a algunos prelados cuando estos se movilizaron para impedir que se aprobara la ley que permitía el matrimonio entre personas del mismo sexo, aunque luego prefiriera ser discreto.
Cuesta borrar su móvil de la agenda. Porque hay algo seguro: a poco que pueda, Carlos todavía llamará para contar si por fin está en un lugar sin discriminación de ninguna clase.
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