Leyes sí, homofobia también
España es el país más avanzado en derechos, pero el rechazo a los gays permanece entre jóvenes
EMILIO DE BENITO 07/01/2008
Ni la legislación más avanzada del mundo es capaz de cambiar los prejuicios, al menos a corto plazo. España puede presumir de tener las leyes más completas del mundo para garantizar los derechos de los homosexuales, matrimonio y adopción incluidos. Y la opinión pública es mayoritariamente favorable al reconocimiento de esos derechos. Pero lo que sucede cada día en la calle sigue siendo otra cosa.
El país en el que un 70% de los españoles acoge los matrimonios entre homosexuales, según encuesta del CIS, o en el que un juez de la Audiencia Nacional -Fernando Grande Marlaska- protagoniza, como gay, una campaña contra el sida, guarda aún contradicciones. Y es precisamente la libertad conquistada en las leyes la que ha desatado una reacción homófoba en algunos sectores de la sociedad, según denuncian las asociaciones. El último en incorporarse a esta corriente es el obispo de Tenerife, Bernardo Álvarez. En una entrevista publicada por La Opinión de Tenerife, Álvarez aseguró que "sólo un 6% de los homosexuales se deben a cuestiones biológicas; no hay que confundir la homosexualidad como necesidad existencial de una persona, con la que es practicada como vicio. La persona practica, como podría practicar el abuso de menores. Lo hace porque le atrae la novedad, una forma de sexualidad distinta".
Además, el obispo identificó homosexualidad con pederastia, y llegó a disculpar los abusos de menores cometidos por sacerdotes en todo el mundo. "Hay adolescentes de 13 años que son menores y están perfectamente de acuerdo y, además, deseándolo. Incluso, si te descuidas, te provocan", dijo, informa Juan Manuel Pardellas.
Pero estas actitudes no son exclusivas de un obispo. Los gays, lesbianas, transexuales y bisexuales del futuro tampoco lo van a tener fácil. Aparte de la espada de Damocles de que en el futuro un Tribunal Constitucional dominado por la mayoría conservadora pueda echar atrás la ley que les permite casarse, la homofobia parece asentado entre los más jóvenes.
Menores de 30 años son los agresores de la mayoría de los ataques sufridos por homosexuales, como la de una pareja de chicos de Barcelona que fueron golpeados el mes pasado cuando, tras pedirles fuego, los agresores detectaron que eran gays. O los que patearon a Juan Ignacio Pichardo a finales de 2006 cuando se apoyó en el brazo de su novio para bajar unas escaleras en una estación madrileña.
"La educación sería la solución, pero tardará en hacer efecto", dice Jesús Generelo, responsable del Área de Educación del Colectivo de Gays, Lesbianas, Transexuales y Bisexuales de Madrid (Cogam). Generelo y Pichardo hicieron en 2005 un estudio que ponía de manifiesto el acoso que tienen que sufrir los no heterosexuales en los centros educativos. "Existen los gays: personas normales que no pregonan su orientación sexual. Y las mariconas: que están gritando que quieren sexo y lo bien que se lo pasan. ¡Esta gente me da asco! Se merecen un desprecio total", decía un chaval.
Después de este primer estudio se planteó un segundo. Para ello, se encuestó a todos los estudiantes de secundaria de dos municipios: Coslada (Madrid), donde el Ayuntamiento propuso el trabajo, y San Bartolomé de Tirajana (Las Palmas). En este segundo municipio sólo participaron los centros públicos, porque los privados no quisieron que sus alumnos contestaran a preguntas sobre diversidad sexual. Al final, 4.636 chicos de 11 a 19 años rellenaron los cuestionarios (el 65% de la población escolarizada de esa franja de edad en ambas localidades).
Los resultados muestran que, si sus compañeros no cambian en un futuro, los gays, lesbianas y transexuales del mañana tampoco lo van a tener fácil. Ante la idea de que dos hombres manifestaran su cariño en público, un 25% de los chicos dijo que le daría asco, y otro 7% que le parecería mal. Si a ello se suma el 32% que opina que eso "le da igual", pero que "no lo hagan en público" da un 64% de adolescentes que rechazan ver a dos hombres dándose un beso, por ejemplo. Por el contrario, al 34,7% le parecería "bien".
Las chicas son mucho más abiertas. A un 2% le parecería mal, casi un 10% le daría asco, y un 23% cree que esas manifestaciones deberían guardarse para el ámbito privado. A un 64% le parecería bien.
Los autores del estudio sugieren que estas cifras podrían ser incluso optimistas para lo que es el mundo real. Aunque la muestra de la encuesta es amplia, los centro privados -mayoritariamente católicos- se negaron a participar, por lo que probablemente haya que rebajar los porcentajes de aceptación total.
La opinión de los chicos da un vuelco cuando se les pregunta qué pensarían si vieran manifestaciones de cariño entre dos mujeres. Entonces, a un 57,9% de ellos les parecería bien, y el porcentaje de los que sentiría asco baja del 25% al 7%. Entre las adolescentes la opinión casi no varía. La explicación podría estar en las palabras de uno de los encuestados: "Despreciar a los gays te hace más macho". Vinculado con la diferente imagen de gays y lesbianas entre los adolescentes está el hecho de que un 13% de los chicos dijera que si supiera que una compañera es lesbiana "intentaría ligar con ella". Esta proporción aumenta con la edad (llega al 31% a los 19 años), lo que pone de manifiesto, según los autores, que la atracción erótica de las lesbianas para los heterosexuales es "cultural", no innato.
Cuando se les acerca la homosexualidad o la transexualidad, el rechazo crece. Entre los adolescentes, un 16,3% intentaría cambiarse de sitio si supiera que está sentado al lado de un gay; un 8,3% lo haría con una lesbiana; un 12% si su compañero fuera bisexual y un 18,7% si fuera transexual. De nuevo, las actitudes cambian mucho según los sexos. Ellos muestran más rechazo. Puestos ante la tesitura de que ellos fueran los gays, lesbianas o transexuales, un 55% cree que sus compañeros le rechazarían o le agredirían.
La solución para que aumente la tolerancia en las aulas, y, por tanto, en la sociedad del futuro está puesta, con reservas, en la asignatura de Educación para la Ciudadanía, ha admitido el presidente de la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales, y Bisexuales, Toni Poveda. Los autores del trabajo señalan otro factor: la aparición de personajes que muestren que no ser heterosexual no es malo. Pero eso es difícil dado el rechazo que existe. Los chavales apenas conocen gays famosos, y mucho menos lesbianas o transexuales.
El secretario de Movimientos Sociales del PSOE, Pedro Zerolo, aporta otro dato que muestra que la igualdad social todavía no ha calado. En España se han celebrado más de 8.000 matrimonios entre personas del mismo sexo, y probablemente él, como concejal y militante, sea quien más haya casado. "Y a un 40% de las bodas no asistieron las familias de los novios" [a un 60% sí, si se quiere ver la botella medio llena]. "Las mujeres son legalmente iguales que los hombres desde hace 30 años en España, y siguen discriminadas", añade como ejemplo.
Y es que salir del armario no es fácil. En los currículos se incluye con normalidad si una persona está casada [con alguien del otro sexo], pero se omiten sistemáticamente las parejas -o cónyuges- del mismo sexo.
El último caso de lo que implica declararse gay que ha conocido este periódico es el de Fernando Aguado, funcionario del Ayuntamiento de Collado Villalba, en Madrid. En medio de una trifulca sindical, recibió un correo del presidente del comité de empresa en el que se hacía mención a su "malformación genética". Aguado ha denunciado el caso ante los tribunales.
Cogam ha empezado a recopilar los casos de discriminación o agresión en un mapa. En menos de un año, se ha llenado de indicadores azules -se pueden contar un centenar sin esforzar mucho la vista. Unas señales que aumentarán si prosperan las últimas campañas de los sectores más conservadores. Su postura se ha radicalizado hasta el punto de rebatir las decisiones científicas. En 1973 la Asociación de Psiquiatría estadounidense eliminó la homosexualidad de su catálogo de enfermedades, el DSM, un referente mundial. Poco después lo hizo la Organización Mundial de la Salud.
Esa decisión ha sido puesta en duda por los revisionistas. El locutor de la emisora episcopal Cope César Vidal ha afirmado que la decisión se debió a la "presión violenta de grupos organizados" que consiguieron que los psiquiatras estadounidenses "aterrorizados" tomaran esa decisión. En la misma línea, otra locutora de la misma cadena, Cristina López Schlichting dedicó en noviembre un programa a los oyentes que querían curar su homosexualidad. Otro ejemplo de la misma emisora. Cuando critica al presidente del PP, Mariano Rajoy, el director del programa de la mañana, Federico Jiménez Losantos le llama "maricomplejines", haciendo una pícara pausa después de "maricom". El peor insulto que todavía puede recibir un hombre según una mentalidad asentada en España.
Además, el obispo identificó homosexualidad con pederastia, y llegó a disculpar los abusos de menores cometidos por sacerdotes en todo el mundo. "Hay adolescentes de 13 años que son menores y están perfectamente de acuerdo y, además, deseándolo. Incluso, si te descuidas, te provocan", dijo, informa Juan Manuel Pardellas.
Pero estas actitudes no son exclusivas de un obispo. Los gays, lesbianas, transexuales y bisexuales del futuro tampoco lo van a tener fácil. Aparte de la espada de Damocles de que en el futuro un Tribunal Constitucional dominado por la mayoría conservadora pueda echar atrás la ley que les permite casarse, la homofobia parece asentado entre los más jóvenes.
Menores de 30 años son los agresores de la mayoría de los ataques sufridos por homosexuales, como la de una pareja de chicos de Barcelona que fueron golpeados el mes pasado cuando, tras pedirles fuego, los agresores detectaron que eran gays. O los que patearon a Juan Ignacio Pichardo a finales de 2006 cuando se apoyó en el brazo de su novio para bajar unas escaleras en una estación madrileña.
"La educación sería la solución, pero tardará en hacer efecto", dice Jesús Generelo, responsable del Área de Educación del Colectivo de Gays, Lesbianas, Transexuales y Bisexuales de Madrid (Cogam). Generelo y Pichardo hicieron en 2005 un estudio que ponía de manifiesto el acoso que tienen que sufrir los no heterosexuales en los centros educativos. "Existen los gays: personas normales que no pregonan su orientación sexual. Y las mariconas: que están gritando que quieren sexo y lo bien que se lo pasan. ¡Esta gente me da asco! Se merecen un desprecio total", decía un chaval.
Después de este primer estudio se planteó un segundo. Para ello, se encuestó a todos los estudiantes de secundaria de dos municipios: Coslada (Madrid), donde el Ayuntamiento propuso el trabajo, y San Bartolomé de Tirajana (Las Palmas). En este segundo municipio sólo participaron los centros públicos, porque los privados no quisieron que sus alumnos contestaran a preguntas sobre diversidad sexual. Al final, 4.636 chicos de 11 a 19 años rellenaron los cuestionarios (el 65% de la población escolarizada de esa franja de edad en ambas localidades).
Los resultados muestran que, si sus compañeros no cambian en un futuro, los gays, lesbianas y transexuales del mañana tampoco lo van a tener fácil. Ante la idea de que dos hombres manifestaran su cariño en público, un 25% de los chicos dijo que le daría asco, y otro 7% que le parecería mal. Si a ello se suma el 32% que opina que eso "le da igual", pero que "no lo hagan en público" da un 64% de adolescentes que rechazan ver a dos hombres dándose un beso, por ejemplo. Por el contrario, al 34,7% le parecería "bien".
Las chicas son mucho más abiertas. A un 2% le parecería mal, casi un 10% le daría asco, y un 23% cree que esas manifestaciones deberían guardarse para el ámbito privado. A un 64% le parecería bien.
Los autores del estudio sugieren que estas cifras podrían ser incluso optimistas para lo que es el mundo real. Aunque la muestra de la encuesta es amplia, los centro privados -mayoritariamente católicos- se negaron a participar, por lo que probablemente haya que rebajar los porcentajes de aceptación total.
La opinión de los chicos da un vuelco cuando se les pregunta qué pensarían si vieran manifestaciones de cariño entre dos mujeres. Entonces, a un 57,9% de ellos les parecería bien, y el porcentaje de los que sentiría asco baja del 25% al 7%. Entre las adolescentes la opinión casi no varía. La explicación podría estar en las palabras de uno de los encuestados: "Despreciar a los gays te hace más macho". Vinculado con la diferente imagen de gays y lesbianas entre los adolescentes está el hecho de que un 13% de los chicos dijera que si supiera que una compañera es lesbiana "intentaría ligar con ella". Esta proporción aumenta con la edad (llega al 31% a los 19 años), lo que pone de manifiesto, según los autores, que la atracción erótica de las lesbianas para los heterosexuales es "cultural", no innato.
Cuando se les acerca la homosexualidad o la transexualidad, el rechazo crece. Entre los adolescentes, un 16,3% intentaría cambiarse de sitio si supiera que está sentado al lado de un gay; un 8,3% lo haría con una lesbiana; un 12% si su compañero fuera bisexual y un 18,7% si fuera transexual. De nuevo, las actitudes cambian mucho según los sexos. Ellos muestran más rechazo. Puestos ante la tesitura de que ellos fueran los gays, lesbianas o transexuales, un 55% cree que sus compañeros le rechazarían o le agredirían.
La solución para que aumente la tolerancia en las aulas, y, por tanto, en la sociedad del futuro está puesta, con reservas, en la asignatura de Educación para la Ciudadanía, ha admitido el presidente de la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales, y Bisexuales, Toni Poveda. Los autores del trabajo señalan otro factor: la aparición de personajes que muestren que no ser heterosexual no es malo. Pero eso es difícil dado el rechazo que existe. Los chavales apenas conocen gays famosos, y mucho menos lesbianas o transexuales.
El secretario de Movimientos Sociales del PSOE, Pedro Zerolo, aporta otro dato que muestra que la igualdad social todavía no ha calado. En España se han celebrado más de 8.000 matrimonios entre personas del mismo sexo, y probablemente él, como concejal y militante, sea quien más haya casado. "Y a un 40% de las bodas no asistieron las familias de los novios" [a un 60% sí, si se quiere ver la botella medio llena]. "Las mujeres son legalmente iguales que los hombres desde hace 30 años en España, y siguen discriminadas", añade como ejemplo.
Y es que salir del armario no es fácil. En los currículos se incluye con normalidad si una persona está casada [con alguien del otro sexo], pero se omiten sistemáticamente las parejas -o cónyuges- del mismo sexo.
El último caso de lo que implica declararse gay que ha conocido este periódico es el de Fernando Aguado, funcionario del Ayuntamiento de Collado Villalba, en Madrid. En medio de una trifulca sindical, recibió un correo del presidente del comité de empresa en el que se hacía mención a su "malformación genética". Aguado ha denunciado el caso ante los tribunales.
Cogam ha empezado a recopilar los casos de discriminación o agresión en un mapa. En menos de un año, se ha llenado de indicadores azules -se pueden contar un centenar sin esforzar mucho la vista. Unas señales que aumentarán si prosperan las últimas campañas de los sectores más conservadores. Su postura se ha radicalizado hasta el punto de rebatir las decisiones científicas. En 1973 la Asociación de Psiquiatría estadounidense eliminó la homosexualidad de su catálogo de enfermedades, el DSM, un referente mundial. Poco después lo hizo la Organización Mundial de la Salud.
Esa decisión ha sido puesta en duda por los revisionistas. El locutor de la emisora episcopal Cope César Vidal ha afirmado que la decisión se debió a la "presión violenta de grupos organizados" que consiguieron que los psiquiatras estadounidenses "aterrorizados" tomaran esa decisión. En la misma línea, otra locutora de la misma cadena, Cristina López Schlichting dedicó en noviembre un programa a los oyentes que querían curar su homosexualidad. Otro ejemplo de la misma emisora. Cuando critica al presidente del PP, Mariano Rajoy, el director del programa de la mañana, Federico Jiménez Losantos le llama "maricomplejines", haciendo una pícara pausa después de "maricom". El peor insulto que todavía puede recibir un hombre según una mentalidad asentada en España.
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