La pequeña Laia, de cuatro meses, con su mamá y su mami, Luisa Notario y Nuria Lobo.
El modelo familiar «de toda la vida» se ha ramificado. Parejas homosexuales con niños, madres solteras, padres separados... El matrimonio gay ha supuesto, además, que muchas parejas decidan tener un hijo. Un nuevo formato de familia se hace visible
MÓNICA ROS
VALENCIA «Qué suerte tiene esta niña que en lugar de una mamá, tiene dos». Cuando Luisa y Nuria escuchan esta frase la sonrisa es inmediata. Avanzan, son visibles, y la respuesta de su entorno es positiva. El concepto de familia tradicional ha cambiado, y ahora, además, se ve en la calle, en el supermercado, en el parque, en el colegio... Igual que se dejó atrás la estructura familiar de los años 50 donde, bajo el mismo techo vivían los abuelos, la madre, el padre, los hijos y algún que otro tío soltero, los núcleos familiares de hoy tienen otras fórmulas: hogares de una sola persona, de un progenitor con hijos, de parejas sin hijos o con hijos no hermanos, de hijos con dos papás o con dos mamás... Las posibilidades se multiplican y diversifican con el amor a los hijos como bandera y su bienestar como principal objetivo. Sea cual sea el tipo de familia a analizar.
De unos años a esta parte, la sociedad ha ido asumiendo la existencia de familias en las que los dos miembros de la pareja son homosexuales. Que comiencen a ser visibles plantea preguntas a la sociedad y, en ocasiones (las menos, según nuestras protagonistas), algunas fobias o casos de marginación. Sin embargo, en la visibilidad está la clave «para avanzar». Así lo aseguran Luisa Notario y Nuria Lobo. «La normalidad se consigue haciendo visibles a nuestras parejas, a nuestros hijos...», argumenta Luisa, una luchadora nata, coordinadora del grupo de familias del colectivo Lambda.
Pero lo que más parece inquietar a la sociedad respecto a este nuevo modelo de familia no es su propia existencia, sino la incidencia que este formato familiar pueda tener en los pequeños.
Los interrogantes sobre el desarrollo infantil y adolescente cuando crece en una familia homoparental han sido despejados por estudios realizados en diversos países como Estados Unidos y Reino Unido, en el ámbito internacional, o por las universidades de Sevilla o el País Vasco, a escala nacional. Las conclusiones no dan lugar a dudas. Los niños y adolescentes de familias homoparentales no difieren de los criados por familias heterosexuales en ningún área del desarrollo intelectual o de la personalidad (autoestima, ajuste personal, manejo de control...), ni en su identidad sexual, ni en la manera de relacionarse con sus compañeros.
«Todos los estudios coinciden en que nuestros niños tienen un desarrollo normal. Hay que tener en cuenta que sí, sus padres son homosexuales pero también tienen un entorno heterosexual. Conviven con sus abuelos, sus tíos, con amigos de sus papás y mamás...».
Sin embargo, si algo echan en falta las familias homoparentales es, precisamente, que esa diversidad familiar se traslade a los libros de texto y a los colegios. Tanto a los centros en los que estudian sus hijos como en los que no. «Lo que sí es importante es que en el colegio se incluyan todos los tipos de familias... que no son pocos», afirman las protagonistas de esta historia. Esta cuenta aún está pendiente.
Dos mujeres de armas tomar
Luisa y Nuria son peleonas. La fecha de su boda es un ejemplo perfecto. Las dos mujeres se casaron el 9 de julio de 2005, a las 11 horas. Es decir, el mismo día y la misma hora en la que el Papa Benedicto XVI visitaba Valencia para celebrar el V Encuentro Internacional de las Familias. Ellas hicieron lo propio «como acto político porque queríamos reivindicar la diversidad familiar». Dos años después decidieron tener un hijo mediante un proceso de reproducción asistida que les costó más dinero y tiempo del que habían previsto. «Es que tenía que salir perfecta», afirma Nuria entre risas.
Y es que, a la hora de tener hijos, las mujeres lo tienen mucho más fácil. Recurrir a la inseminación es lo más usual, aunque aún tengan que «pelear» con las clínicas a la hora de rellenar los formularios y realizar un proceso que sí exige el consentimiento del marido cuando es hombre, pero las obliga a constar como mujeres solteras cuando son lesbianas, a pesar de tener a su mujer a su lado. La lucha actual del colectivo se centra en conseguir que la ley permita a una mujer donarle óvulos a su pareja ya que existe una «discriminación evidente porque sí se autoriza la donación de gametos de marido a mujer».
Además, el reconocimiento legal del matrimonio entre personas del mismo sexo ha tenido, como consecuencia directa, una especie de «baby boom» en parejas de lesbianas. «Sin estar casadas, nuestros hijos no tenían los mismos derechos que otros niños. Eso hacía que muchas mujeres ni se plantearan ser madres. Pero la ley se aprueba y las cosas cambian. Por eso hay que seguir avanzando. Queda mucho camino por recorrer», explican las dos mamás de Laia.
La otra vía es la adopción, donde la teoría es sencilla pero la práctica, complicada. «Los matrimonios del mismo sexo que quieren adoptar solo pueden hacerlo en España, donde el proceso dura entre 6 a 10 años. La adopción internacional solo puede realizarse con países que también tengan reconocido el matrimonio gay, y en esos países las cosas funcionan de otra manera y no hay niños en adopción», afirma Luisa.
A las parejas de hombres, por último, les queda la posibilidad de la gestación subrogada que es muy cara y no tiene cobertura legal en España.
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