lunes, 17 de diciembre de 2007

Tango triste de Montera-street

Tango triste de Montera-street
(a Isabel, in memoriam)
Al salir de ver "Canciones de amor en el Lolita Clubs" (la inmersión fílmica de Aranda-Marsé en el micromundo del puti-club) me encontré a La Vietnam en la calle Montera. En cuanto me reconoció (hace tiempo que no nos veíamos), lo primero que me dijo fue: "¿sabes que hoy, hace diez años, murió Isabel...". Inmediatamente decidimos hacerle un pequeño homenaje tomándonos un café en su honor en el bar de los árabes frente al Cine Acteón. "¿Te acuerdas lo cafetera que era?", me dice, "Y lo que fumaba", agrego yo. Isabel, hace diez años, murió de Sida. Sus últimos meses los pasó en Aranjuez, en Basida, y sus últimos días en el 12 de octubre. Hasta el final mantuvo el tipo y se comportó como lo que era: una puta orgullosa de serlo. La última imagen que a La Vietnam y a mí nos queda de ella es moribunda en su cama, pero maquillada y con todas sus joyas. "El médico me advirtió que estaba prohibido llevar joyas, pero me lo quedé mirando y lo convencí diciéndole ´papi, es lo único que me queda y además tengo que estar presentable porque espero visita´", nos comentó risueña. La Vietnam no evita emocionarse y suelta unas lágrimas. Cambiamos de registro y preferimos recordar a Isabel en sus años dorados, cuando hizo su primera guerra, en Vietnam precisamente (de allí le viene el mote, el "nom de guerre", a mi llorosa amiga). Isabel siempre decía que a ella la prostitución le salvó la vida y que el Sida, al fin y al cabo, era un "accidente laboral", como si siendo albañil te caes de un andamio, o siendo poli te bajan de un balazo. Isabel era india, nació en la provincia de Formosa, en plena selva, entre Argentina y Paraguay. Nunca supe si era mataca o toba, aunque por sus ojos verdes y su voz cristalina bien podría haber sido guaraní. "El puterío me sacó del rancho, lo primero que aprendí desde chiquitita, cuando andaba en patas ya que no había ni para alpargatas, fue a manejar el machete contra las serpientes". Su primer destino fue Buenos Aires. Después, con contrato avalado por la CIA y el Pentágono, fue reclutada por la mafia marsellesa, con otras (entre ellas La Vietnam que entonces se llamaba Anahi), para aliviar a los marines en su delirante "Apocalipsis now". Trabajaban en portaviones anclados frente a las costa y hasta allí llegaban los soldados: "Venían puestos hasta los ojos y había días que entre Isabel y yo nos cepillábamos doscientos", recuerda La Vietnam. Después de aquella guerra Isabel ya no volvió a Argentina. Trabajó en un barco en el Mar Muerto, escapó de la mafia japonesa que la llevó con engaños a un burdel en Osaka, explotó a fondo el primer Marbella de Alfonso de Honhelohe y sus aristócratas puteros, y, finalmente, terminó en Galicia ("El lugar mas putero del planeta y al mismo tiempo el lugar con más hijo de cura por metro cuadrado", decía) donde trabajaba en su propio piso con una amiga (La Vietnam, claro está) y atendía clientes selectos, la mayoría políticos (aunque jamás desveló un nombre). Si su vida profesional tuvo momentos de reconocimiento y esplendor, su historia sentimental fue un culebrón y un tango al mismo tiempo. Madre soltera con hija criada en colegio exclusivo e ignorante de la profesión de mamá; chulo que aparece en el horizonte, la enamora hasta las trancas y la explota a tope...Hasta aquí, la vieja historia conocida y con coda final para cerrar el melodrama: hija que aparece y quita el chulo a la sacrificada madre. Y, como si faltara algo: el Sida.La Vietnam y yo seguimos rememorando a Isabel. La vemos con su impecable gabardina y su boina afrancesada, en su faceta militante anti-sida, explicando a la entonces ministra de Asuntos Sociales, Cristina Alberdi, la problemática de su gremio y las dificultades con las que se encontraban a la hora de exigir a los clientes el uso del condón; la recordamos conversando con otro muerto ilustre, Manolo Trillo, uno de los fundadores del primer Comité Antisida, en una pausa del rodaje de "La vida alegre", la película de Colomo; la vemos dando una ponencia en un congreso en Pontevedra... Seguimos hablando con La Vietnam hasta que, de pronto, aparece El Rufián Meláncolico, su chulo-hijo y con una simple mirada le indica que ya es hora de volver al trabajo.

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