El Vaticano toma pues el riesgo de despertar a los demonios de la guerra civil. Entre 1987 y 2001, Juan Pablo II ya había reconocido como “mártires” 471 víctimas, nacionalista y franquista. (…)
El Gobierno (de España) desea la aprobación de una ley destinada a rehabilitar las víctimas republicanas de la guerra civil y la dictadura de franco, este béatification de masa se asemeja a una provocación. Se esperan cientos de millares de fieles en Roma de todas las diócesis de España.
La Iglesia se defiende. Para ella, esta manifestación religiosa no tiene nada que ver con los riesgos de la política española y la relación Iglesia-Estado. Es una etapa en un proceso comenzado hace numerosos años, encaminado a reconocer la intensidad de la persecución religiosa.
Para que un “mártir” sea beatificado o canonizado, como prueba debe aportarse que se lo han matado por “odio de la fe” (odium fidei), fuera de toda razón política. Se debe demostrar que ha hecho milagros (el para el bienaventurado, dos para el santo, según las normas católicas). Desde Néron, en los orígenes del cristianismo, los grandes episodios de persecuciones religiosas - la Revolución francesa, la guerra anticléricale en México, la revolución bolchevique - así han hecho levantarse generaciones de “mártires” hoy venerados en las iglesias. (…)
Una lectura puramente religiosa de la guerra civil de España y la contabilidad de sus víctimas es demasiado parcial para no dividir hoy la opinión. Si el clero pagó un pesado tributo a la guerra, los horrores y las víctimas pertenecieron a los dos campos.La propia opinión católica no es unánime ante este culto de los “mártires”, juzgado delirante por algunos. Una red de 145 grupos y comunidades milita contra este béatification de masa. La Iglesia se propone por ejemplo recordar que no hizo gran caso de los sacerdotes vascos tirados por el franquistas debido a sus simpatías republicanas.(…)
Sobre este pleito de parcialidad, el episcopado se defiende en un expediente titulado “el siglo de los mártires y la persecución religiosa en España (1934-1939)”. Para él, los 498 beatificados no son mártires de la guerra civil: “Eso sería falso cronológica y técnicamente.” Son mártires de la persecución religiosa. Se les asesinó porque eran religiosos, no porque formaban parte del campo nacionalista y franquista. Y los obispos de añadir: “Las guerras tienen sus lotes de muertes de cada lado. Las represiones políticas tienen sus lotes de víctimas por una y otra parte. Sólo las persecuciones religiosas tienen mártires de una ideología. “
Esta distinción es demasiado sutil incluirse en una sociedad secularizada como la de España que, después de los años del “pacto de olvido” (“echar al olvido”) destinado a proteger la joven democracia postfranquista, dista mucho de haber terminado con su trabajo de memoria. A diferencia del Terror revolucionario en Francia, de las persecuciones anticléricales en México y la URSS, “no hay en la España de plan concertado y organizado de persecución anticlerical”, destaca el historiador Benoît Pellistrandi. Aunque la llegada de la segunda República en España, en 1931, equivalía de hecho a una separación brutal entre la Iglesia y el Estado.(…)
A pesar de los esfuerzos de un cardenal Tarancon (1907-1994), primado de España que desempeñó un gran papel en la fase de transición después de la muerte de Franco puso la Iglesia conservadora de su país en los carriles del concilio Vaticano II (1962-1965), nunca la jerarquía católica ha hecho el menor acto de repentimiento. Como el escrito, el colectivo que impugna la ceremonia romana del 28 de octubre, es porque la Iglesia nunca ha pedido perdón que “estas beatificiones son inoportunas, discriminatorias, y manifiestan la incapacidad de la jerarquía que debe revisarse sus posiciones de hace setenta años”.
El Gobierno (de España) desea la aprobación de una ley destinada a rehabilitar las víctimas republicanas de la guerra civil y la dictadura de franco, este béatification de masa se asemeja a una provocación. Se esperan cientos de millares de fieles en Roma de todas las diócesis de España.
La Iglesia se defiende. Para ella, esta manifestación religiosa no tiene nada que ver con los riesgos de la política española y la relación Iglesia-Estado. Es una etapa en un proceso comenzado hace numerosos años, encaminado a reconocer la intensidad de la persecución religiosa.
Para que un “mártir” sea beatificado o canonizado, como prueba debe aportarse que se lo han matado por “odio de la fe” (odium fidei), fuera de toda razón política. Se debe demostrar que ha hecho milagros (el para el bienaventurado, dos para el santo, según las normas católicas). Desde Néron, en los orígenes del cristianismo, los grandes episodios de persecuciones religiosas - la Revolución francesa, la guerra anticléricale en México, la revolución bolchevique - así han hecho levantarse generaciones de “mártires” hoy venerados en las iglesias. (…)
Una lectura puramente religiosa de la guerra civil de España y la contabilidad de sus víctimas es demasiado parcial para no dividir hoy la opinión. Si el clero pagó un pesado tributo a la guerra, los horrores y las víctimas pertenecieron a los dos campos.La propia opinión católica no es unánime ante este culto de los “mártires”, juzgado delirante por algunos. Una red de 145 grupos y comunidades milita contra este béatification de masa. La Iglesia se propone por ejemplo recordar que no hizo gran caso de los sacerdotes vascos tirados por el franquistas debido a sus simpatías republicanas.(…)
Sobre este pleito de parcialidad, el episcopado se defiende en un expediente titulado “el siglo de los mártires y la persecución religiosa en España (1934-1939)”. Para él, los 498 beatificados no son mártires de la guerra civil: “Eso sería falso cronológica y técnicamente.” Son mártires de la persecución religiosa. Se les asesinó porque eran religiosos, no porque formaban parte del campo nacionalista y franquista. Y los obispos de añadir: “Las guerras tienen sus lotes de muertes de cada lado. Las represiones políticas tienen sus lotes de víctimas por una y otra parte. Sólo las persecuciones religiosas tienen mártires de una ideología. “
Esta distinción es demasiado sutil incluirse en una sociedad secularizada como la de España que, después de los años del “pacto de olvido” (“echar al olvido”) destinado a proteger la joven democracia postfranquista, dista mucho de haber terminado con su trabajo de memoria. A diferencia del Terror revolucionario en Francia, de las persecuciones anticléricales en México y la URSS, “no hay en la España de plan concertado y organizado de persecución anticlerical”, destaca el historiador Benoît Pellistrandi. Aunque la llegada de la segunda República en España, en 1931, equivalía de hecho a una separación brutal entre la Iglesia y el Estado.(…)
A pesar de los esfuerzos de un cardenal Tarancon (1907-1994), primado de España que desempeñó un gran papel en la fase de transición después de la muerte de Franco puso la Iglesia conservadora de su país en los carriles del concilio Vaticano II (1962-1965), nunca la jerarquía católica ha hecho el menor acto de repentimiento. Como el escrito, el colectivo que impugna la ceremonia romana del 28 de octubre, es porque la Iglesia nunca ha pedido perdón que “estas beatificiones son inoportunas, discriminatorias, y manifiestan la incapacidad de la jerarquía que debe revisarse sus posiciones de hace setenta años”.
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