miércoles, 18 de julio de 2007

Desde el bar

Rodrigo Uría: gracias

Héctor Anabitarte

Rodrigo Uría, la semana pasada, estando de visita en Croacia, su corazón se detuvo. Tenía tan sólo 66 años de edad. La sociedad española pierde una persona que durante toda su vida estuvo a su servicio. Como activista antifranquista (le costó, entre otras dificultades, hacer el servicio militar en El Aasiún en un batallón de castigo). Como brillante jurista, estricto en la defensa del derecho, de los derechos humanos. Como impulsor del arte (presidente del Patronato del Museo del Prado; jugó un papel esencial en las negociaciones para la venida a Madrid de la Colección Thyssen-Bornemisza; el regreso del retrato de la Marquesa de Santa Cruz de Goya...).
Su papel meritorio tanto en pro de la democracia, del derecho o del arte, no es todo. A comienzos de los años noventa, cuando el VIH/Sida era una "enfermedad maldita", cuando los afectados eran discriminados y marginados, más aún que actualmente, no dudó en incorporarse al Patronado de la Fundación Anti-Sida España (FASE), no dudó en "dar la cara" para ayudar a que la sociedad y las instituciones asumieran y enfrentaran la pandemia. Su presencia en FASE, dado su prestigio, fue un factor nada desdeñable para que la Casa Real aceptará la presidencia de honor de la Fundación, todo un "paragüa" ante el rechazo y mirar para otro lado.
Conviene recordar que años antes, en los ochenta, al conocer que alguién cercano había contraido la enfermedad, no sólo apoyó a esta persona, también a su entorno, a otros afectados. Su solidaridad fue tan constante como silenciosa. Para Rodrigo Uría la solidaridad no era una opción, era una obligación. En algún juicio relacionado con el Sida aceptó ser testigo. Mucho más se podría escribir sobre su generosidad.
Tanto afectados como asociaciones siempre encontraron en él comprensión y apoyo. En más de una oportunidad el Grupo Anti-VIH/Sida en Acción de Aranjuez se benefició de su compromiso.
España ha perdido, prematuramente, una personalidad que la honra, un ciudadano que prestigia al país al que pertenece.
En el Museo del Prado, en sus salas, se pueden apreciar del pincel de los grandes pintores de la historia, retratos de santos, reyes, campesinos, bufones. Desde hace unos días falta un retrato, merece estar en una de sus paredes.
Hay personas que dejan una huella profunda, que enriquecen eso que se denomina la condición humana. Rodrigo Uría: gracias.

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