Ateneo Republicano de Carabanchel
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La sociedad española, incluido yo mismo, ha tardado 30 años, desde la transición del régimen fascista de Franco hacia la incompleta democracia parlamentaria actual, en darse cuenta de la importancia de restituir la historia en lo que a la vulneración sistemática de los derechos humanos se refiere. Tras varios años de trabajo titánico de algunas organizaciones memorialistas, la intervención de un juez ambicioso (que bajo su estrellato oculta su responsabilidad en vulneraciones graves de derechos humanos y políticos, como torturas a detenidos bajo su custodia, cierre de periódicos, procesamiento por terrorismo aunque no se haya cogido ni una piedra, etc.), ha contribuido para que hayamos dimensionado colectivamente la magnitud de los crímenes de lesa humanidad cometidos por el franquismo en la posguerra: más de 100.000 todavía desaparecidos 70 años después, a los que hay que sumar los otros miles de fusilados y represaliados con paradero conocido.
Ningún crimen puede quedar en la total impunidad, y menos cuando se realizó de manera tan extensa y planificada. Lo penoso es que los poderes públicos, sobre todo los gobiernos socialistas, no sólo no han impulsado procesamientos a los responsables (todavía viven muchos), sino que su mezquindad les ha impedido si quiera declarar nulas las sentencias dictadas contra los que lucharos por la legalidad republicana asaltada por los rebeldes fascistas.
La lucha por la memoria afecta al pasado (justicia), al futuro (conocer la historia para no repetirla), y también al presente: La impunidad que se pactó en la transición significó que buena parte del aparato judicial, militar y policial siga estando ocupado por los mismos responsables de la dictadura, como estamos comprobando ahora.
A los golpistas y responsables del exterminio planificado hay que juzgarles, además por un deber de justicia, para que tomen buena nota quienes pudieran albergar futuros planes golpistas. Pero lo más importante, a mi entender, es hacer ver a los fascistas lo inútil de su criminal proceder, en la medida en que seamos capaces de continuar, con más bríos si cabe, la lucha de quienes dieron su vida por unos ideales de justicia y libertad que debemos hacer realidad.
Creo que el mejor homenaje que la sociedad puede y debe realizar a las víctimas de la represión, además de su restitución y enterramiento digno, que por supuesto se merecen, es que seamos capaces de tomar el testigo y continuemos la lucha por los ideales por los que cayeron asesinados.
En Argentina, país que he podido conocer este verano, se está realizando un proceso de recuperación de la memoria que en estos momentos lo coloca a la vanguardia mundial. Como algún militar se lamentaba, es la primera vez en la historia que “los vencedores son juzgados por los vecinos”, lo que nos muestra que esto es posible. La batalla se está librando en muchos frentes, no sólo el judicial (con la anulación de las leyes de punto final y las decenas de juicios que se celebran en estos momentos en todo el país), sino también el investigador para recuperar a los 500 niños robados, o el simbólico con la construcción de parques de la memoria, colocación de placas o la recuperación de los Centros Clandestinos de Exterminio y Desaparición como lugares de recuerdo histórico del terrorismo de Estado, y que son objeto de visitas guiadas donde el contexto político ocupa un lugar prioritario en las explicaciones.
¡Qué lejos estamos aquí de aquellos avances! Deberíamos reconocer con humildad el fracaso de nuestra “modélica transición”, de la que gobernantes prepotentes han alardeado por el mundo entero, para aprender de este proceso en el que nos llevan la delantera en aquel país y en otros como Chile.
Pero no van a ser todo lamentos, pues al trabajo muy importante de varios años de recuperación de fosas y otros, hay que añadir las rondas que todos los jueves se vienen realizando en la Puerta del Sol desde hace varios meses, y con una fuerza que parece ir a más, lo que muestra que no estamos tan mal como algunos agoreros del pesimismo nos quieren hacer creer continuamente. Todavía quedan lugares de exterminio, que lograremos recuperar para la memoria, con permiso o si él de los gobiernos del PP o PSOE (dos años se cumplen ahora del derribo bochornoso de la cárcel de Carabanchel). Y pienso que habrá que ir pensando en convocar alguna gran manifestación por este tema, en la que lanzaría el reto de que cada víctima de la represión franquista, con nombre y apellido, tuviera quien levantara su memoria y su lucha, para mostrar que pudieron apagar sus vidas, pero no sus ideales, que perduran en las generaciones posteriores.
Pedro Casas - Octubre 2010
(miembro del Ateneo Republicano de Carabanchel)
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