viernes, 25 de julio de 2008

Los seropositivos viven ahora 13 años más que en 1996



Los seropositivos viven ahora 13 años más que en 1996

Pese al aumento en la esperanza de vida, los infectados por el VIH siguen viviendo menos que la población general

ANTONIO GONZÁLEZ - Madrid - 25/07/2008 00:01
La introducción en 1996 de la terapia antirretroviral combinada se ha traducido en un aumento de la esperanza de vida de más de 13 años para los seropositivos tratados en Europa y Norteamérica, según un amplio estudio que publica hoy la revista The Lancet . De esta forma, un joven de 20 años que inició tratamiento con antirretrovirales tenía en 1996 una esperanza de vida de 56,1 años, una tasa que ha crecido hasta los 69,4 años entre personas de la misma edad que comenzaron a tratarse en 2003-2005. Sin embargo, los 63 años de media que vive una persona que inició la terapia antirretroviral con 20 años quedan todavía muy lejos de los 80 años de esperanza de vida de la población general en los países ricos.
El trabajo, en el que ha participado el Centro de Estudios Epidemiológicos sobre Sida de Catalunya, basa en el análisis de otros 14 estudios que incluyen a más de 43.000 pacientes que comenzaron a recibir antirretrovirales en tres periodos diferentes, 1996-1999, 2000-2002 y 2003-2005, de los que 2.056 fallecieron durante el seguimiento. Además del aumento de la esperanza de vida, la mortalidad ha caído en un 40% de la mano de las nuevas terapias, pasando de 16,3 a 10 muertes por 1.000 personas entre 1996-1999 y 2003-2005, mientras que los años potenciales de vida perdidos por 1.000 personas pasaron de 366 a 189 en el mismo periodo, con una reducción del 48%.
Por otro lado, los datos resaltan la importancia de iniciar la terapia antirretroviral lo antes posible. Así, los pacientes que inician la terapia antirretroviral en etapas más avanzadas de la infección y con menores recuentos de linfocitos CD4 (por debajo de 100 por milímetro cúbico de sangre) presentan una esperanza de vida de 52,4 años, frente a los 70,4 de aquellos que empiezan a recibir la medicación en fases tempranas y con tasas de CD4 superiores a 200. El tratamiento precoz podría explicar también las diferencias entre mujeres y hombres, ya que las féminas seropositivas viven ligeramente más que los varones (64,2 frente a 62,8 años).
También es clave la forma de transmisión del virus. En este sentido, el estudio revela que las personas que se infectaron con el VIH al compartir una jeringuilla presentan una esperanza de vida de 52,6 años, frente a los 64,7 de quienes se contagiaron mediante otras vías de transmisión.
Los fondos de la desigualdad
Por otro lado, según publica hoy la revista Science , en la última década, los fondos que el mundo desarrollado dedica cada año a combatir el VIH/sida en los países más afectados por la epidemia se han multiplicado por 20 hasta llegar a los 10.000 millones de dólares –unos 6.400 millones de euros–. Sin embargo, aunque cada vez más afectados reciben tratamientos que prolongan su vida en los países en vías de desarrollo, la realidad ha demostrado que el dinero, por sí solo, no soluciona el problema.
Tras hacer un análisis de la cuantía y el destino de los recursos destinado a los países más afectados, situados sobre todo en África subsahariana, el autor del trabajo, Jon Cohen, considera que pese al incremento de los últimos años sigue habiendo “serios problemas”, entre los que destaca la desigualdad del reparto de fondos. Así, mientras algunos países como Ruanda y Namibia se llevan la mayor parte del pastel al recibir entre 1.000 y 2.000 dólares por seropositivo, otros con tasas de prevalencia incluso superiores, como la República Centroafricana o Zimbabue, se convierten en huérfanos de fondos y tienen que conformarse con las migajas, con aportaciones de 57 a 195 dólares por afectado respectivamente. “Existe un gran desequilibrio”, señala el epidemiólogo Robert Ryder, de la Universidad de California (EEUU). “Los ricos se hacen más ricos, y los pobres más pobres”, agrega.
Aunque los estados donantes se escudan en la corrupción, las guerras o la ausencia de infraestructuras sanitarias para justificar las diferencias en las cuantías, el responsable del Programa de la ONU sobre el VIH, Peter Piot, apunta en el mismo informe a una razón más política. “La ayuda exterior forma parte de la política exterior, y es iluso pensar que se basa en criterios objetivos”.

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