domingo, 16 de marzo de 2008

Eduardo Mendicutti


Mendicutti da voz a los gays que vivieron en el silencio

Un manicura homosexual protagoniza 'Ganas de hablar'

MERCEDES JANSAMADRID
Eduardo Mendicutti (Sanlúcar, Cádiz 1948) no responde al tópico andaluz: no le gustan los toros, la feria de abril, el flamenco o el Rocío, pero sí se identifica con ese lenguaje florido y retórico, pegado a imagineria popular, que sirve para que personajes en el límite como su Cigala, que define como "mariquita de pueblo", hayan sobrevivido en los tiempos de persecución.El título de La última novela del escritor afincado en Madrid, Ganas de hablar (Tusquets), ya define su pretensión: alguien quiere soltar lo que lleva años callando. Ese alguien es Cigala, un manicurista que lleva décadas haciéndole las manos a las señoras ricas de un pueblo que bien podría ser Sanlúcar. Y suelta la lengua, en un soliloquio, durante los 15 días de 2006 que van desde que sabe que le van a poner su nombre a una calle --la del Silencio-- hasta que comunican que no podrá ser porque es muy fuerte la oposición."En el fondo, el cambio no es tan profundo. Al menor conflicto rascas y salen todos los prejuicios", afirma Mendicutti, que siempre ha tenido interés por dar voz a los homosexuales ya viejos que han vivido acobardados y su autodefensa han sido la ironía y la exageración. Había un personaje así en su anterior novela, California y algo se apuntaba de Cugala en El palomo cojo. Pero en quien se ha inspiorado es en un personaje real, de nombre Palmera, una pequeña leyenda local de su pueblo.Por el soliloquio de Cigala van desfilando historias y personajes a los que Mendicutti da voz "contra el silencio, que es insano porque es fruto de una imposición", dice el escritor. Son mujeres, inmigrantes, gente fina venida a menos, antiguas queridas de los ricachos de doble moral.El manicura de 70 años que ha pasado su vida dando conversación a sus clientas y siendo su confidente, es un "hablador que siempre ha callado". Como en otros relatos, Mendicutti hace hablar a los que nunca les dejaron contar la historia, escrita por los vencedores, "heterosexuales, masculinos, gente con dinero".

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