Las demostraciones de afecto entre homosexuales son fuertemente sancionadas en Bogotá. Los gays y transgeneristas son las principales víctimas de maltrato físico y verbal por parte de la ciudadanía.Foto-EFE
¿Bogotá homofóbica?
Elevados casos de violencia y discriminación hacia los gays en la ciudad
Debido a situaciones de exclusión, comportamientos discriminatorios e incluso prácticas de censura, hombres y mujeres homosexuales de la capital viven su intimidad de forma clandestina.
María Camila Peña
sábado, 01 de septiembre de 2007
Hace tres años, cuando Lorena Prieto* aspiraba a un ascenso en su carrera profesional, descubrió que no fue aceptada debido a su orientación sexual. Según quedó consignado en su hoja de vida, presentaba conductas poco femeninas. Fue la primera vez que, en su condición de profesora del Distrito, se dio cuenta de lo que significa ser lesbiana en una ciudad como Bogotá.Desde los diez años, ella supo que le gustaban las personas de su mismo sexo. En el colegio se la pasaba con los niños, jugaba fútbol con ellos y se sentía atraída por sus compañeras de salón. Sin embargo, vivió su adolescencia como cualquier otra jovencita de su edad. Cuando llegó al ámbito laboral, ya convencida de su inclinación sexual, se dio cuenta de la batalla que empezó a vivir para abrirse paso.Por eso, después de un primer rechazo profesional, Lorena decidió ocultar su condición. “Como mi oficio es la docencia, en colegios, era mejor tener mi secreto a raya. Además, entendí que no importaba si uno era homosexual, lo esencial era no decirlo”, explica. Hoy, ninguno de sus colegas sabe que es lesbiana, mucho menos que tiene una pareja. Ella sabe que, laboralmente, es la mejor manera de sobrevivir.Y no es la única profesional que afronta en silencio esta compleja situación. Como ella, cientos de homosexuales en Bogotá hoy prefieren ocultar su orientación sexual, por el temor a ser rechazados por sus jefes, colegas, amigos y hasta por sus propios familiares. Según Édgar Robles, asesor del alcalde Luis Eduardo Garzón para el desarrollo de la política pública de la comunidad Lesbiana, Gay, Bisexual y Transgenerista (LGBT), la homofobia en Bogotá es una realidad comprobable.PercepcionesDe hecho, un estudio adelantado por el antropólogo Eric Werner, titulado “Los rostros de la homofobia en Bogotá”, que se presentó la semana pasada ante la opinión pública y hoy evalúan autoridades distritales y algunos concejales de la ciudad, logró identificar, por primera vez en el país, las posturas de la ciudadanía en la capital de la República frente a homosexuales, lesbianas y transgeneristas.Así quedó en evidencia, por ejemplo, cómo los bogotanos a la hora de discutir sobre los derechos de la población homosexual se muestran receptivos y audaces, pero en el momento de tener que convivir con esta población, el panorama cambia radicalmente. Según el estudio, el 41% de la ciudadanía, casi la mitad de los consultados, manifestó que les resulta desagradable tener un compañero homosexual en el trabajo, aunque el 86% reconoció que, al margen de sus actitudes, sus compañeros de trabajo homosexuales o lesbianas deberían gozar de iguales derechos.El estudio también logró establecer los altos índices de violencia verbal de la que hoy son víctimas los miembros de la población gay en el espacio público bogotano y, peor aún, de los ataques físicos a los homosexuales por parte de la policía. Además, el trabajo revela otro detalle de evidente homofobia: es enorme el temor y prejuicio entre la población bogotana a que sus hijos sean educados por profesores que sean reconocidos homosexuales.Son más notorios el rechazo y las burlas que soportan los niños afeminados en los colegios o la estigmatización de la que son objeto las niñas que asumen comportamientos masculinos. Según el estudio, además en ambos casos existen presiones de diferentes organizaciones religiosas, a fin de forzar cambios en su orientación sexual. Una homofobia social que plantea otra evidencia: al 61% de los consultados le resulta desagradable tener un vecino homosexual.En criterio de Eric Werner, “aunque en Bogotá se han abierto diferentes espacios y se ha movilizado más el tema, en la práctica existe una preocupante vulneración de los derechos humanos y sexuales de las personas”. Con una característica adicional: en aquellos grupos en los que la gente es profesional, existe una mayor apertura y comprensión de las conductas homosexuales que en los estratos bajos o de menor formación académica. “De alguna forma, ser gay para los ricos es más fácil”, resalta Werner.Sin embargo, para Ignacio Romero*, un historiador de 33 años que también oculta su condición sexual por temor a represalias laborales, “ser gay en Bogotá representa discriminación y restricciones. Además, en la ciudad todavía no se pueden tener demostraciones de afecto entre hombres. Ser homosexual en Bogotá, es aceptar vivir como en un gueto. Sólo es viable en la intimidad o en sitios gays”.Diferencias políticasEn términos legales, pese a que la población homosexual está representada por un importante sector de la ciudadanía, aún no ha sido posible que sea aprobado en el Concejo un proyecto de acuerdo para establecer una política pública en Bogotá que vele por los derechos y la integridad de esta población vulnerable. La iniciativa se ha presentando cinco veces, pero en ninguna de las propuestas ha existido voluntad política para siquiera darle trámite.Según el concejal Carlos Vicente de Roux, uno de los principales promotores, “el proyecto ha fracasado reiteradamente y los principales opositores han sido los dirigentes cristianos, por cuestiones morales, y los adultos mayores. La última vez perdimos por un voto”. En contraste, el concejal del Movimiento MIRA Carlos Baena aseguró que no apoyar esta iniciativa no significa que su grupo esté en contra de la población homosexual.Y así lo argumenta: “Mis puntos de vista son jurídicos. El Concejo no puede pronunciarse sobre este tema porque en asunto de derechos y libertades fundamentales, la competencia es del Congreso”. Aún así, el concejal Carlos Vicente de Roux afirma que en noviembre volverá a promover la iniciativa. Y agrega: “Decir que es inconstitucional, es cerrar los ojos a una realidad: en Bogotá se persigue y humilla a la población homosexual”.Al menos el informe de Erik Werner, patrocinado por la Universidad Pedagógica y la fundación Promover Ciudadanía, y primero de esta índole para una ciudad de América Latina, así lo ratifica. En Bogotá, a través de numerosas situaciones de exclusión, comportamientos discriminatorios e incluso prácticas de violencia, prohibición, censura, negativa a derechos patrimoniales y recriminación familiar, hombres y mujeres homosexuales viven su intimidad como personas clandestinas.
Hace tres años, cuando Lorena Prieto* aspiraba a un ascenso en su carrera profesional, descubrió que no fue aceptada debido a su orientación sexual. Según quedó consignado en su hoja de vida, presentaba conductas poco femeninas. Fue la primera vez que, en su condición de profesora del Distrito, se dio cuenta de lo que significa ser lesbiana en una ciudad como Bogotá.Desde los diez años, ella supo que le gustaban las personas de su mismo sexo. En el colegio se la pasaba con los niños, jugaba fútbol con ellos y se sentía atraída por sus compañeras de salón. Sin embargo, vivió su adolescencia como cualquier otra jovencita de su edad. Cuando llegó al ámbito laboral, ya convencida de su inclinación sexual, se dio cuenta de la batalla que empezó a vivir para abrirse paso.Por eso, después de un primer rechazo profesional, Lorena decidió ocultar su condición. “Como mi oficio es la docencia, en colegios, era mejor tener mi secreto a raya. Además, entendí que no importaba si uno era homosexual, lo esencial era no decirlo”, explica. Hoy, ninguno de sus colegas sabe que es lesbiana, mucho menos que tiene una pareja. Ella sabe que, laboralmente, es la mejor manera de sobrevivir.Y no es la única profesional que afronta en silencio esta compleja situación. Como ella, cientos de homosexuales en Bogotá hoy prefieren ocultar su orientación sexual, por el temor a ser rechazados por sus jefes, colegas, amigos y hasta por sus propios familiares. Según Édgar Robles, asesor del alcalde Luis Eduardo Garzón para el desarrollo de la política pública de la comunidad Lesbiana, Gay, Bisexual y Transgenerista (LGBT), la homofobia en Bogotá es una realidad comprobable.PercepcionesDe hecho, un estudio adelantado por el antropólogo Eric Werner, titulado “Los rostros de la homofobia en Bogotá”, que se presentó la semana pasada ante la opinión pública y hoy evalúan autoridades distritales y algunos concejales de la ciudad, logró identificar, por primera vez en el país, las posturas de la ciudadanía en la capital de la República frente a homosexuales, lesbianas y transgeneristas.Así quedó en evidencia, por ejemplo, cómo los bogotanos a la hora de discutir sobre los derechos de la población homosexual se muestran receptivos y audaces, pero en el momento de tener que convivir con esta población, el panorama cambia radicalmente. Según el estudio, el 41% de la ciudadanía, casi la mitad de los consultados, manifestó que les resulta desagradable tener un compañero homosexual en el trabajo, aunque el 86% reconoció que, al margen de sus actitudes, sus compañeros de trabajo homosexuales o lesbianas deberían gozar de iguales derechos.El estudio también logró establecer los altos índices de violencia verbal de la que hoy son víctimas los miembros de la población gay en el espacio público bogotano y, peor aún, de los ataques físicos a los homosexuales por parte de la policía. Además, el trabajo revela otro detalle de evidente homofobia: es enorme el temor y prejuicio entre la población bogotana a que sus hijos sean educados por profesores que sean reconocidos homosexuales.Son más notorios el rechazo y las burlas que soportan los niños afeminados en los colegios o la estigmatización de la que son objeto las niñas que asumen comportamientos masculinos. Según el estudio, además en ambos casos existen presiones de diferentes organizaciones religiosas, a fin de forzar cambios en su orientación sexual. Una homofobia social que plantea otra evidencia: al 61% de los consultados le resulta desagradable tener un vecino homosexual.En criterio de Eric Werner, “aunque en Bogotá se han abierto diferentes espacios y se ha movilizado más el tema, en la práctica existe una preocupante vulneración de los derechos humanos y sexuales de las personas”. Con una característica adicional: en aquellos grupos en los que la gente es profesional, existe una mayor apertura y comprensión de las conductas homosexuales que en los estratos bajos o de menor formación académica. “De alguna forma, ser gay para los ricos es más fácil”, resalta Werner.Sin embargo, para Ignacio Romero*, un historiador de 33 años que también oculta su condición sexual por temor a represalias laborales, “ser gay en Bogotá representa discriminación y restricciones. Además, en la ciudad todavía no se pueden tener demostraciones de afecto entre hombres. Ser homosexual en Bogotá, es aceptar vivir como en un gueto. Sólo es viable en la intimidad o en sitios gays”.Diferencias políticasEn términos legales, pese a que la población homosexual está representada por un importante sector de la ciudadanía, aún no ha sido posible que sea aprobado en el Concejo un proyecto de acuerdo para establecer una política pública en Bogotá que vele por los derechos y la integridad de esta población vulnerable. La iniciativa se ha presentando cinco veces, pero en ninguna de las propuestas ha existido voluntad política para siquiera darle trámite.Según el concejal Carlos Vicente de Roux, uno de los principales promotores, “el proyecto ha fracasado reiteradamente y los principales opositores han sido los dirigentes cristianos, por cuestiones morales, y los adultos mayores. La última vez perdimos por un voto”. En contraste, el concejal del Movimiento MIRA Carlos Baena aseguró que no apoyar esta iniciativa no significa que su grupo esté en contra de la población homosexual.Y así lo argumenta: “Mis puntos de vista son jurídicos. El Concejo no puede pronunciarse sobre este tema porque en asunto de derechos y libertades fundamentales, la competencia es del Congreso”. Aún así, el concejal Carlos Vicente de Roux afirma que en noviembre volverá a promover la iniciativa. Y agrega: “Decir que es inconstitucional, es cerrar los ojos a una realidad: en Bogotá se persigue y humilla a la población homosexual”.Al menos el informe de Erik Werner, patrocinado por la Universidad Pedagógica y la fundación Promover Ciudadanía, y primero de esta índole para una ciudad de América Latina, así lo ratifica. En Bogotá, a través de numerosas situaciones de exclusión, comportamientos discriminatorios e incluso prácticas de violencia, prohibición, censura, negativa a derechos patrimoniales y recriminación familiar, hombres y mujeres homosexuales viven su intimidad como personas clandestinas.
*Nombres cambiados por seguridad
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