El sacerdote anglicano Jeremy Pemberton, de 58 años se casó este sábado con su novio de toda la vida, Laurence Cunnington, de 51 años, en un claro desafío a la institución religiosa.
El sacerdote protestante Jeremy Pemberton se casó el pasado sábado con su pareja, otro hombre, sentando un precedente que ahora le amenaza con acciones disciplinarias por parte de la Iglesia de Inglaterra. Eligió para el enlace el escenario de un hotel en lugar de su propia parroquia, porque el anglicanismo ha conseguido quedar exento de oficiar los matrimonios gais amparados por la ley que entró en vigor en el Reino Unido el mes pasado. El cura ha atizado con su gesto de rebelión un debate que divide a los fieles de esa confesión y a la propia jerarquía, entre quienes quieren adaptarse a la sociedad de los nuevos tiempos y los que temen una fuga del sector más inmovilista encarnado principalmente en la feligresía de tierras latinoamericanas y sobre todo de África.
El arzobispo de Canterbury y jefe religioso de la gran comunidad anglicana en el mundo, Justin Welby, sugería la semana pasada que los cristianos de las naciones africanas se arriesgaban al asesinato si su iglesia aceptaba el matrimonio entre dos personas del mismo sexo. Sin citar expresamente la persecución de la que son objeto los homosexuales en muchos países del continente, y con especial ahínco en Uganda, Welby subrayó que “la introducción de los matrimonios del mismo sexo como una nueva realidad en nuestro país tendrá consecuencias en la vida y disciplina de nuestra iglesia”.
Esa resistencia de la primera confesión del Reino Unido condujo al conservador primer ministro británico, David Cameron, a excluir de forma expresa en la legislación que él mismo promovió en el Parlamento el pasado año el oficio de los matrimonios gais en las sedes anglicanas, que quedaron recluidos a ceremonias en ayuntamientos o en otras iglesias con mayor amplitud de miras. La Iglesia de Inglaterra constató el pasado marzo, a raíz de las primeras bodas legales de parejas homosexuales, que "la ley ha cambiado y aceptamos la situación", sugiriendo que no harían campaña expresa contra ese cambio.
Otra cosa es que, menos de un mes después de la implementación de la ley sobre los matrimonios gais, un religioso de la diócesis de Lincoln, Jeremy Pemberton, optara por acogerse a la misma el pasado fin de semana, violando de forma expresa la tradicional premisa de su iglesia de que el matrimonio solo es concebible como “la unión de un hombre y una mujer”. Divorciado y padre de cinco hijos, el díscolo sacerdote incluso envió un tuit para relatar aquella “boda extraordinaria”. Todo un reto que ahonda en el debate de la Iglesia de Inglaterra ante las reclamaciones para que reconozca la libertad de la opción sexual y también el obispado de las mujeres, opción derrotada en su último sínodo a pesar de contar con el apoyo del acomodaticio Welby. La rama eclesial de Gales se les ha adelantado aprobando por arrolladora mayoría la futura proclamación de una mujer obispa, que se vaticina inminente a pesar de las reticencias de tantos sacerdotes a someterse a los dictados de una fémina.
Que la Iglesia de Inglaterra no puede permanecer estática si quiere garantizar su supervivencia es el mensaje de un cura que probablemente será represaliado por protagonizar un enlace con su pareja también masculina a pesar de que su iglesia lo ha vetado expresamente. Esa es la realidad que afronta día a día una confesión cuando menos partida en dos pero que, a diferencia de otras religiones más apegadas a la ortodoxia, sigue debatiendo abiertamente sobre su papel en un mundo en el que intenta seguir siendo relevante.
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