Fueron los años de lo que se llamó la “peste rosa”, el “cáncer gay”, la enfermedad de las “cuatro haches”, de los “grupos de riesgo”, años de vidas silenciadas por el estigma, el rechazo social, de amistades, parejas, familias, del personal sanitario, en el puesto de trabajo... El sida significaba la muerte física pero también social de los afectados y afectadas.
En estas tres décadas, la infección por VIH ha llegado a ser una pandemia mundial, afectando a individuos, familias, comunidades y países, de múltiples maneras: Comprometiendo la salud y segando la vida de millones de personas, transformando las relaciones sexuales y la manipulación de la sangre, poniendo a prueba las relaciones de solidaridad y apoyo mutuo, revolucionando la ciencia e investigación médica, comprometiendo el desarrollo social y económico de algunos países.
Desde el inicio de la epidemia, 25 millones de personas han fallecido por causas relacionadas con el sida en el mundo; 34 millones vivimos con el VIH (unas 130.000 en España), pero sólo casi el 50% de los 14.200.000 personas que necesitan tratamiento lo están recibiendo. Cada día, más de 7.000 personas contraen el VIH en el mundo. En 2010, 2.700.000 personas se infectaron con el VIH y 1.800.000 murieron.
En nuestra comunidad, el VIH sigue siendo la mayor amenaza para nuestra salud porque nos afecta de una forma desproporcionada, estimándose que en España vivimos con el VIH uno de cada 10 gais, hombres bisexuales y otros hombres que tenemos sexo con hombres, una de cada cuatro mujeres transexuales trabajadoras del sexo y uno de cada cinco hombres trabajadores del sexo. En 2010 se notificaron 2.907 nuevos diagnósticos de VIH, de los que 1.339, el 46,1% eran hombres que mantienen relaciones sexuales con hombres.
Hoy en día, el tratamiento antirretroviral ha transformado la infección por VIH en una condición crónica médicamente manejable, que requiere del compromiso activo del paciente con el cuidado de su salud, pero que sigue sin tener curación ni vacuna, que nos hace vulnerables a otras enfermedades y problemas de salud, que envejece prematuramente nuestro organismo, y que puede acortar nuestra esperanza de vida e incluso sin tratamiento acabar con ella.
El sida sigue significando todavía estigma, discriminación y marginación. Así, en nuestro país, hay un número importante de personas que piensan que las personas con VIH somos culpables de padecer la enfermedad; que se sentirían incómodas si un compañero/a de trabajo estuviera infectado con el VIH o si sus hijos compartieran colegio con otros niños seropositivos o si en un comercio les atendiera una persona que vive con el VIH; que incluso piensan que la ley debería obligar a separar a las personas con VIH o a publicar nuestros nombres para que pudieran ser evitadas. Los prejuicios son más destructivos que el propio virus.
Convivimos cada día con el VIH, compartimos nuestra vida con otros hombres y mujeres que viven con él, lo sepan o no, nos lo digan o no. Y vamos a seguir trabajando, cada día, para frenar la transmisión del VIH, apoyar a quienes viven con el VIH y combatir su estigmatización y discriminación. Se trata de nuestra salud, de nuestro derecho a la salud.
Somos conscientes de que nos enfrentamos a nuevos retos, fruto de un nuevo escenario nacional e internacional relacionado con la crisis económica, la actual realidad, epidemiológica, clínica y social, de la infección por VIH y la etapa política que se inicia en nuestro país, retos que requieren renovar la respuesta comprometida y sostenida de toda la sociedad, también la nuestra.
La crisis económica ha supuesto y puede suponer aún más un replanteamiento de las políticas públicas en materia de sanidad, servicios sociales y educación en el sentido de un recorte presupuestario y una menor protección social. Sin embargo, ante ello hemos de recordar que la salud es un derecho de la ciudadanía, que contribuye con sus impuestos al sostenimiento de una sanidad pública y universal, y al cual no vamos a renunciar.
No es momento de recortar la inversión en salud. Al contrario, es imprescindible aumentar los recursos económicos empleados en la investigación de una vacuna efectiva y en garantizar el acceso universal a la prevención, tratamiento, atención y apoyo con relación al VIH y el sida, no sólo en este país sino también en los países más golpeados por la epidemia, en Asia, en América Latina, en África, en lugares donde ser lesbiana, gay, transexual o bisexual es motivo de despido, de agresión, de humillación, de violación, o de asesinato.
Denunciamos asimismo la escasa o nula interlocución de algunos gobiernos autonómicos con las ONGs, y la reducción de ayudas y subvenciones, mermando así la necesaria colaboración, capacidad de respuesta y recursos. No nos resignamos a ser meros espectadores de las políticas públicas. Pedimos una mayor participación real, efectiva y significativa del movimiento asociativo LGTB y de respuesta al VIH en las políticas sanitarias de las comunidades autónomas. ¡Nada sobre nosotros sin nosotros! ¡Nada sobre nosotras sin nosotras!
Además, los datos epidemiológicos no justifican la disminución de recursos económicos. Al contrario, reclamamos una mayor inversión especialmente con relación a los colectivos sociales más golpeados por la infección para poder revertir la situación que padecemos. Por ello la asignación de recursos debe realizarse de acuerdo a la realidad y prioridades epidemiológicas.
Reivindicamos un mayor compromiso de toda la sociedad con la defensa de nuestra salud y de nuestros derechos y para acabar con todo aquello que nos hace más vulnerables frente al VIH, como es la xenofobia, el machismo, la homofobia, bifobia y transfobia.
Celebramos este uno de diciembre en memoria también de todas aquellas personas que murieron cuando no había tratamiento, que fallecieron por miedo al estigma y la discriminación, las que, por miedo al rechazo, no quisieron hacerse la prueba o llegaron demasiado tarde y, por supuesto, en memoria de todas las víctimas del tercer y cuarto mundo.
A muchos les gustaría silenciarnos, ocultarnos, invisibilizarnos... Pero estamos aquí para gritar que para acabar con el VIH hay que respetar la diversidad sexual. Tenemos derecho a la dignidad y tenemos derecho a tener los mismos derechos que cualquiera y estamos también aquí para exigirle a Mariano Rajoy y al Partido Popular que retiren el recurso contra nuestros matrimonios, nuestras familias, el recurso que nos pretende condenar a volver a ser nada ni nadie, ¡el recurso de la vergüenza! Le recordamos a Mariano Rajoy y al PP que la igualdad o es completa o no lo es. Que a iguales derechos, mismo nombre.
Vamos a seguir siendo valientes, a vivir con dignidad, a trabajar para ganar la partida al VIH cada día. ¡Si el sida no ha podido con nosotras y nosotros, no dejemos ahora que se impongan el silencio, la indiferencia, y la injusticia! ¡Podemos parar el VIH, podemos acabar con el sida, actuemos en positivo, defendamos nuestra salud y nuestros derechos, celebremos la vida!
Información relacionada
http://www.retratatevih.es/
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