Enrique del Pozo
En ´El muro rosa´ Enrique del Pozo ha recogido los testimonios de gais, lesbianas, bisexuales y transexuales que sufrieron la represión franquista con cárcel y torturas. Denuncia que aún hoy en países como Irán la homosexualidad es motivo de condena a muerte
IBIZA | LAURA FERRER ARAMBARRI El cantante, tertuliano, actor y ahora director Enrique del Pozo (Madrid, 1957), conocido en su día por formar parte del dúo Enrique y Ana, presentó ayer en el Festival de Cine de Ibiza su documental ´El muro rosa´, sobre la represión franquista a los homosexuales
—¿Cómo y por qué surgió la idea de este documental?
—Hace muchos años que dije que soy bisexual, hijo de la última etapa de la dictadura y, ya en Democracia, he visto que se han conseguido muchas cosas pero que la gente tiene una desinformación brutal sobre la memoria histórica gay. En España hubo cárceles, torturas... y la consecución de leyes y libertades para homosexuales, bisexuales y lesbianas no ha sido una cosa gratuita y frívola. A pesar de estar en un país que es un ejemplo en cuanto a leyes, homosexuales y heterosexuales están desinformados sobre lo que pasó hace muy pocos años. Se sabe mucho sobre los campos de concentración nazis, cuando eso mismo pasó aquí. Algunas personas de algún partido político siguen viendo el mundo gay como un enemigo. Mariano Rajoy tendría que ser gay por un día para que se diera cuenta de que es un ser humano como otro. Ahora dice que quiere quitar las leyes que permiten la adopción a los homosexuales y la del matrimonio entre personas del mismo sexo. El documental también aborda el papel de la iglesia. He sido amenazado por el cartel.
—¿Poner a un Cristo crucificado con un faldón con los colores gay ha sido una provocación?
—Entiendo que lo hayan podido pensar. Yo no soy católico pero soy cristiano. Yo creo en Jesús. Jesús era tolerante, no le dirá a un transexual en la puerta del Reino de los Cielos: ´no, tú no entras´.
—El documental ha pasado por certámenes como el Festival de Cine de Turín ¿Ha tenido una buena acogida?
—He recibido muestras de agradecimiento por tratar el tema con respeto. He intentado contar lo que ha pasado con los testimonios de los protagonistas [Eduardo Mendicutti, Carla Antonelli, Jordi Griset o Pierrot, entre otros]. Si alguien ha sufrido un eletroshock por ser gay en la dictadura tiene que contarlo. No es un documental de malos y buenos sino que dice: «señores, esto es lo que ha pasado».
—¿Ha sufrido algún episodio de acoso por su orientación sexual?
—Mis primeros contactos sexuales fueron con mujeres. A los 16 años ligué con un tío en un cine. A la salida me pilló un policía y la paliza fue brutal, prácticamente me rompió la cara. A los jóvenes de hoy no se les puede educar diciéndoles que un hombre que ama a un hombre o a una mujer que ama a una mujer es un ciudadano de segunda, un enfermo. Todavía pervive. También, dentro del mundo gay, hay lo que yo llamo dictadura homosexual del pene. Las lesbianas también parecen ser de segunda. El falo está presente pero hay que hacer ver a la gente que ha dejado de ser el director de orquesta de las relaciones humanas.
—Está preparando un documental sobre sexo y mujeres.
—¿Quién te lo ha soplado? [risas]. Pues sí, empezaré a rodar en dos meses un documental sobre mujeres y el sexo. Pero el sexo no en cuanto a contarme las prácticas sexuales. Creo que los hombres tenemos un desconocimiento brutal del sexo de las mujeres. El hombre sigue pensando que la penetración es la dominación. No se ha dado cuenta de que tiene que amar el clítoris, la caricia, los sentimientos... La mujer no funciona como el resorte del pene.
—¿Se ha sentido estigmatizado por su pasado? En plan: ¿qué hace este señor haciendo documentales?
—No creo en las dictaduras profesionales. Lo que he hecho, equivocándome o no, es ir cambiando e ir haciendo lo que me gusta. Pero en un país donde ni se valora a Julio Iglesias ni a Penélope Cruz ni a Antonio Banderas... Hago lo que me hace feliz. ¿Que pagas un precio? Pues... Lo peor es lo que dejas por hacer. En mi vida privada soy feliz, hago lo que me gusta mejor o peor. Criticar a los demás es muy fácil. Levántate y ponte a hacerlo.
—¿Cómo y por qué surgió la idea de este documental?
—Hace muchos años que dije que soy bisexual, hijo de la última etapa de la dictadura y, ya en Democracia, he visto que se han conseguido muchas cosas pero que la gente tiene una desinformación brutal sobre la memoria histórica gay. En España hubo cárceles, torturas... y la consecución de leyes y libertades para homosexuales, bisexuales y lesbianas no ha sido una cosa gratuita y frívola. A pesar de estar en un país que es un ejemplo en cuanto a leyes, homosexuales y heterosexuales están desinformados sobre lo que pasó hace muy pocos años. Se sabe mucho sobre los campos de concentración nazis, cuando eso mismo pasó aquí. Algunas personas de algún partido político siguen viendo el mundo gay como un enemigo. Mariano Rajoy tendría que ser gay por un día para que se diera cuenta de que es un ser humano como otro. Ahora dice que quiere quitar las leyes que permiten la adopción a los homosexuales y la del matrimonio entre personas del mismo sexo. El documental también aborda el papel de la iglesia. He sido amenazado por el cartel.
—¿Poner a un Cristo crucificado con un faldón con los colores gay ha sido una provocación?
—Entiendo que lo hayan podido pensar. Yo no soy católico pero soy cristiano. Yo creo en Jesús. Jesús era tolerante, no le dirá a un transexual en la puerta del Reino de los Cielos: ´no, tú no entras´.
—El documental ha pasado por certámenes como el Festival de Cine de Turín ¿Ha tenido una buena acogida?
—He recibido muestras de agradecimiento por tratar el tema con respeto. He intentado contar lo que ha pasado con los testimonios de los protagonistas [Eduardo Mendicutti, Carla Antonelli, Jordi Griset o Pierrot, entre otros]. Si alguien ha sufrido un eletroshock por ser gay en la dictadura tiene que contarlo. No es un documental de malos y buenos sino que dice: «señores, esto es lo que ha pasado».
—¿Ha sufrido algún episodio de acoso por su orientación sexual?
—Mis primeros contactos sexuales fueron con mujeres. A los 16 años ligué con un tío en un cine. A la salida me pilló un policía y la paliza fue brutal, prácticamente me rompió la cara. A los jóvenes de hoy no se les puede educar diciéndoles que un hombre que ama a un hombre o a una mujer que ama a una mujer es un ciudadano de segunda, un enfermo. Todavía pervive. También, dentro del mundo gay, hay lo que yo llamo dictadura homosexual del pene. Las lesbianas también parecen ser de segunda. El falo está presente pero hay que hacer ver a la gente que ha dejado de ser el director de orquesta de las relaciones humanas.
—Está preparando un documental sobre sexo y mujeres.
—¿Quién te lo ha soplado? [risas]. Pues sí, empezaré a rodar en dos meses un documental sobre mujeres y el sexo. Pero el sexo no en cuanto a contarme las prácticas sexuales. Creo que los hombres tenemos un desconocimiento brutal del sexo de las mujeres. El hombre sigue pensando que la penetración es la dominación. No se ha dado cuenta de que tiene que amar el clítoris, la caricia, los sentimientos... La mujer no funciona como el resorte del pene.
—¿Se ha sentido estigmatizado por su pasado? En plan: ¿qué hace este señor haciendo documentales?
—No creo en las dictaduras profesionales. Lo que he hecho, equivocándome o no, es ir cambiando e ir haciendo lo que me gusta. Pero en un país donde ni se valora a Julio Iglesias ni a Penélope Cruz ni a Antonio Banderas... Hago lo que me hace feliz. ¿Que pagas un precio? Pues... Lo peor es lo que dejas por hacer. En mi vida privada soy feliz, hago lo que me gusta mejor o peor. Criticar a los demás es muy fácil. Levántate y ponte a hacerlo.
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